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Imperio Alemán

El Imperio alemán (en alemán: Deutsches Reich, llamado por algunos historiadores alemanes Kaiserlich Deutsches Reich o simplemente Kaiserreich), fue la forma de Estado que existió en Alemania desde su unificación y la proclamación de Guillermo I como emperador, el 18 de enero de 1871, hasta 1918, cuando se convirtió en una república después de la derrota en la Primera Guerra Mundial y la abdicación de Guillermo II (9 de noviembre de 1918). El término de Deutsches Reich se mantuvo como nombre oficial de Alemania durante la República de Weimar y la mayor parte del período NS hasta 1943, cuando fue cambiado a Großdeutsches Reich («Gran Imperio alemán»).

Durante sus 47 años de existencia, el Imperio alemán surgió como una de las economías industriales más poderosas de la Tierra y una gran potencia, hasta que se derrumbó después de su derrota militar en la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Noviembre.​ Los Estados fronterizos más importantes fueron el Imperio ruso en el este, Francia en el oeste y el Imperio austrohúngaro ubicado en el sur.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalla el 1 de agosto de 1914 Alemania se lanzó al combate para ayudar a su aliado el Imperio Austrohúngaro. Pero la monarquía de Guillermo II sabía que no podía encarar un conflicto de aquella magnitud sin el respaldo de la clase trabajadora. En ese contexto el SPD tuvo que decidir entre mantenerse fiel a sus postulados internacionalistas o secundar la guerra .

De la misma manera que todos los otros partidos socialistas europeos el SPD se había posicionado con anterioridad en contra de un hipotético conflicto entre potencias europeas. Según la internacional socialista una guerra entre las potencias europeas se desarrollaría a costa del sacrificio de millones de trabajadores con el objetivo de defender los intereses de las clases dirigentes. Por tanto las organizaciones obreras tenían que posicionarse en su contra  y aprovechar la situación para tomar el poder.

Pero cuando estalló el conflicto, contra todo pronóstico, los socialistas alemanes se dejaron arrastrar por la marea patriotera que contaminaba todo el país. La monarquía maniobró rápidamente y ofreció puestos de responsabilidad a muchos cuadros del partido a cambio de su adhesión. Finalmente los socialdemócratas tomaron la decisión de votar a favor de los créditos de guerra y proclamaron la “paz social” mientras durara el conflicto.

Unos pocos socialistas antepondrían sus principios ideológicos a las necesidades del imperio y ese mismo verano abandonaron el SPD. En enero de 1916 crearon una nueva organización, la Liga Espartaquista, que se oponía a la prolongación del conflicto y llamaba a la revolución contra el kaiser Guillermo II.

El pueblo alemán había creído que la victoria sería algo rápido, pero muy pronto se dieron cuenta de su error. Al poco de empezar las hostilidades la línea de frente occidental quedaba estancada. Sin embargo, la mortalidad causada por la aparición de nuevas armas – fusiles de repetición, ametralladoras, carros de combate, gases tóxicos… – era altísima.

Con el paso de los meses el patriotismo comenzará a decaer ya que el precio a pagar es altísimo: más de 1.500.000 de muertos, hambre generalizado entre la población civil…

La revolución rusa de febrero de 1917 puso fin a los enfrentamientos en el frente oriental pero no acabó con la guerra contra Francia y Gran Bretaña ni con las privaciones. Por otra parte los hechos sucedidos en Rusia pusieron de manifiesto que si los trabajadores quieren tienen poder para acabar con la guerra en cualquier momento.

A finales de 1918 la situación en la retaguardia alemana era tan crítica que el alto mando decidió declarar una pausa en los enfrentamientos.

Desgraciadamente este alto el fuego duró poco y en noviembre de 1918 se ordenó a la flota del mar del norte que se preparara para entrar en combate de nuevo. Este intento por retomar la guerra fue percibido por soldados y marineros como una maniobra suicida.

Las tropas decidieron que no valía la pena arriesgarse a morir en ese momento en que la guerra estaba a punto de acabar. El 4 de noviembre los marineros de la ciudad de Kiel se insurreccionan, se niegan a seguir las ordenes de sus oficiales y organizan consejos.. comienza la revolución alemana.

Imperio alemán (1871-1918)

El Imperio alemán, o Deutsches Reich en idioma alemán, el cual también es llamado por algunos historiadores alemanes Kaiserlich Deutsches Reich o simplemente Kaiserreich, se refiere a Alemania desde su unificación y la proclamación de Guillermo I como emperador, del 18 de enero de 1871 a 1918, cuando se convirtió en una república después de la derrota en la Primera Guerra Mundial y la abdicación de Guillermo II, el 9 de noviembre de 1918. 

Deutsches Reich fue el término que se mantuvo como nombre oficial de Alemania durante la República de Weimar, y la mayor parte del período nazi hasta 1943, cuando fue cambiado a Großdeutsches Reich («Gran Imperio Alemán»).

El Imperio Alemán, en todos sus 47 años de existencia, surgió como una de las economías industriales más poderosas de la Tierra y una gran potencia, hasta que se derrumbó después de su derrota militar en la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Noviembre. Los estados fronterizos más importantes fueron el Imperio ruso en el este, Francia en el oeste y el Imperio austrohúngaro en el sur.

En 1871 fue unificada Alemania como un moderno estado-nación, cuando se forjó el Imperio alemán, con el Reino de Prusia como su principal constituyente. Después de que Francia fuera derrotada en la Guerra franco-prusiana, el Imperio alemán (Deutsches Kaiserreich) fue proclamado en Versalles el 18 de enero de 1871. La dinastía Hohenzollern de Prusia lideró el nuevo imperio, cuya capital se estableció en Berlín, el cual fue una unificación de las partes dispersas de Alemania, con excepción de Austria (Kleindeutschland, o «pequeña Alemania»). A partir de 1884, Alemania inició el establecimiento de varias colonias fuera de Europa.

Después del período en que Alemania fuera unificada, el emperador Guillermo I orientó la política exterior garantizando la posición de Alemania como una gran nación al forjar alianzas para aislar a Francia por la vía diplomática, y evitar la guerra. Pero a pesar de todo, durante el reinado de Guillermo II, Alemania, al igual que otras potencias europeas, proporcionó un curso imperialista que provocó fricciones con los países vecinos. La mayoría de alianzas en las que Alemania había estado previamente implicada no se renovaron, y nuevas alianzas excluyeron al país. En concreto, Francia estableció nuevas relaciones mediante la firma de la entente cordiale con el Reino Unido y la obtención de vínculos con el Imperio ruso. Aparte de sus contactos con el Imperio austrohúngaro, Alemania se vio cada vez más aislada.

Alemania, en la Conferencia de Berlín, se unió a otras potencias europeas con el fin de reclamar su parte de África, obteniendo la propiedad sobre varios territorios africanos en la parte este, sudoeste, Camerún y Togolandia. La lucha por África causó tensiones entre las grandes potencias que pueden haber contribuido a crear las condiciones que llevaron a la Primera Guerra Mundial.

El 11 de noviembre de 1918 se firmó un armisticio que ponía fin a la guerra, viéndose Alemania obligada a firmar el Tratado de Versalles de 1919, habiendo sido excluidas en su negociación las Potencias derrotadas, en contradicción con la diplomacia tradicional de la posguerra. El tratado fue percibido en Alemania como una humillante continuación de la guerra por otros medios y su dureza se cita a menudo como un factor que facilitó el posterior ascenso del Nacional Socialismo en el país.

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